Servir a los demás es un sello distintivo de nuestra fe. Somos siervos porque Dios es un siervo. Recordamos cómo Jesús lavó los pies de sus discípulos, diciendo: “Si, pues, yo, maestro y maestro, os he lavado los pies, debéis lavaros los pies unos a otros”. (Jn 13, 14). Lejos de ser solo una penitencia que hacemos, algo temporal hasta alcanzar la perfección en el cielo, el servicio es parte del amor. Nuestra respuesta natural cuando nos encontramos con otros debe ser querer promover el bien de la persona frente a nosotros porque esa persona lleva la imagen de Dios; Dios que es completamente adorable. This is God’s response when he sees us.
Qué bendición somos cuando demostramos nuestro amor a través del servicio. Cuando, en el amor de Dios, nos convertimos en verdaderos siervos de alguien, esa persona puede tener una experiencia real del amor de Dios. Nuestra amabilidad y servicio a los que conocemos puede transformar la vida individual y nuestra sociedad. Esperamos que respondan deseando vivir también como siervos de Dios, y que se comprometan de una manera más grande con la Iglesia, la familia de Dios, junto con todos sus hermanos y hermanas. Nuestro servicio a aquellos con los que nos encontramos da gloria a Dios y ayuda a edificar el reino de Dios en obras de la misma manera que compartimos con alegría el evangelio de Jesús en palabras.
Así sabrán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor unos por otros.” (Juan 13:35)